Nos cuenta el
geógrafo, historiador y filósofo griego Estrabón cómo Sevilla era una ciudad de
renombre y describía de este modo los márgenes del río: "Las campiñas que
bordean sus orillas y las pequeñas islas que se encuentran en el curso del río
están cultivadas con esmero. Además, el paisaje tiene una vista preciosa ya que
sus tierras están adornadas con bosques y otras clases de plantaciones".
Híspalis,
eminente centro comercial de la Bética, acogía barcos de gran tamaño, que podían
alcanzar hasta 400 toneladas y que presumiblemente habrían de ser remolcados por
pequeñas barcas de remo a causa de la escasa movilidad de los mismos. Más
adelante serían los árabes quienes se sintieran deslumbrados ante la belleza del
Betis (nombre que dieron al río los romanos), al que llamaron Río Grande (ese es
el significado de la palabra Guadalquivir –wadi al-kabir-).
Fue en el s.
XIII cuando la Torre del Oro comenzó a reflejarse en las aguas del Guadalquivir,
que a partir del descubrimiento del Nuevo Mundo vendrá a cobrar una importancia
incomparable: gracias a él, el puerto de Sevilla se convirtió en el centro de
donde partían sin cesar hombres, barcos y materiales con destino a las islas del
Caribe y la exploración de las Costas del continente americano. Al mismo tiempo,
este puerto de Sevilla era el receptor de todo el tráfico con el nuevo
continente.
En el s. XII se
constata la existencia de un puente de barcas sujeto en dos grandes malecones
para comunicar Sevilla y Triana, puente que perduró hasta las décadas centrales
del s. XIX, cuando se construyó en aquel lugar el puente de Isabel II, más
conocido como puente de Triana.
Pero el puerto
de Sevilla perdió su importancia debido a que fueron incrementando
progresivamente las malas condiciones del fondo del río, lo que obstaculizaba el
acceso a los navíos. Por este motivo se produjo el debilitamiento de la
actividad comercial. En 1717 el monopolio comercial con América se trasladó a
Cádiz y fue entonces cuando empezó la crisis económica de Sevilla.
A partir de
estos momentos la mano del hombre entra en acción para eludir estos problemas y
para combatir igualmente las riadas que sufría la ciudad. Pero las obras de
defensa contra el río lo iba alejando más y más de Sevilla y de sus habitantes,
alejamiento que llegó a su límite en 1948 cuando se produjo el aterramiento de
Chapina. Gracias a la Exposición Universal de 1992 el río ha dejado de ser una
dársena y sus aguas han vuelto a fluir libremente.
El programa de
actuaciones desarrollado entonces ha integrado al río en la ciudad, dejando su
cauce y sus márgenes para disfrute de vecinos y visitantes.
El
desaterramiento de Chapina permitió recuperar 4 Km. de río, y desde San Jerónimo
hasta la esclusa, el Guadalquivir dispone de un nuevo y apacible recorrido de
11.4 Km. Además los márgenes del río fueron acondicionados y remodelados con
importantes actuaciones en ajardinamientos y restauración de los edificios
históricos que se alinean en sus orillas, como el Monasterio de San Jerónimo, el
Monasterio de San Clemente, la Cartuja de Santa Mª de las Cuevas.
A esto hay que
sumar que la demolición del muro de la calle Torneo permitió la creación de un
espléndido paseo por la ribera del Guadalquivir, frente al recinto de la
cartuja, con una longitud de 2600 m, con numerosos espacios para el deporte, el
ocio y el esparcimiento. Y además, los nuevos puentes construidos sobre el
río...
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